INDIVIDUO, ENEMIGO DE
Vivir en sociedad implica la renuncia a la satisfacción libre de los impulsos, así como la aceptación “voluntaria” de normas, reglas y valores que regulan la convivencia entre los individuos un grupo social. Sin embargo este renunciamiento a la satisfacción de los impulsos y deseos individuales, en pro de la convivencia armónica, trae consigo un malestar, que Freud analizó como el malestar en la cultura. Para este autor, el ser humano mostraba en sus actos la coexistencia de dos tipos de impulsos o pulsiones[1]: la sexualidad y agresividad.
Estas pulsiones, que buscan satisfacción inmediata, sin límites ni restricciones, se constituyen en un peligro para la sociedad, en la medida en que tienden a la destrucción del otro, de la naturaleza, de la sociedad y del propio individuo.
Pero así como
Sin embargo, cuando la cultura y la sociedad atraviesan por periodos de crisis, que repercuten en todos los aspectos de la sociedad (economía, leyes, relaciones sociales, salud, educación, política, etc.) y no brindan formas alternativas de satisfacción pulsional, el malestar producto de la vida en sociedad, se ve incrementado, llegando a lo que autores como Silvia Bleichmar denominan un sobre malestar o malestar sobrante[4].
Actualmente, la sociedad atraviesa por una situación de crisis económica, política y social, que trasciende a todas las instituciones y estructuras sociales en las que los individuos se interrelacionan. Esta crisis adquiere los semblantes de la competencia descarnada[5], de la sobre producción y del consumismo[6], de la violencia contra el otro, contra la sociedad, contra la naturaleza y contra el propio individuo. Mientras que en este mismo contexto, el anonimato, la sobre exigencia social y la carencia material, son problemáticas que afectan al ser humano globalizado de estos tiempos. En Bolivia y en Santa Cruz, específicamente, este malestar sobrante se evidencia en el sentimiento de descreimiento ante la ley y sus representantes, que da cuenta de la caída de
Como señala la investigación local “El Malestar Sobrante dentro de
LEY Y NORMA SOCIAL
Para comprender la función de la ley o norma social, retomaremos los planteamientos de Emile Durkheim, que sostiene que la norma social se instaura con la educación, que tendrá como fin el desarrollo de la capacidad del individuo para coordinar y regular sus actos, “...que sepa dominarse, controlarse, contenerse, hacerse de las normas, llegando a combinar el gusto por la disciplina con el orden de la conducta”[7]. Al respecto, Lynn Flender, retomando los planteamientos de Foccault considera que el significado de “educado”, implican a un sujeto “socialmente construido, regulado o normalizado”[8] En este contexto, educación y normativización del sujeto son dos conceptos correlativos.
Para Durkheim, el sujeto nace natural, sin noción ni necesidad de reglas, regido únicamente, por lo Freud (1930) denominará como pulsión, impulsos, deseo y tendencias a la satisfacción individual. “El niño, es una especie de anarquista, ignorante de todas las reglas, de todo freno” [9], por lo que el Estado, para su contención deberá recurrir a la educación, y a la implementación de normas y leyes que lo regulen y lo limiten.
Así, la introyección de las normas, construirán la capacidad de valorar lo positivo y lo negativo, lo bueno y lo malo, lo prohibido y permitido, y en función de ello regular las propias conductas, sin necesidad de otro que castigue, coarte o sancione. Para Émile Durkheim, “toda la vida moral del hombre está dirigida por un número de reglas, de principios, de máximas, de acciones, que nos indican, que nos prescriben como se debe reaccionar en diferentes circunstancias. La moral es un sistema de Reglas” [10].
En este contexto, toda vida en sociedad, está regida por leyes, conjunto de reglas que delimitan el accionar dentro de límites posibles. “Mi libertad termina donde comienza la libertad del otro”, es un principio del vivir en comunidad. Sin ellas, la sociedad correría el riesgo de dejar de existir, pues las pulsiones, impulsos y deseos sin ninguna contención, con prontitud pasan a tornarse mortíferos y peligrosos tanto para el sujeto como para la sociedad. Al respecto, Durkheim, señala que los peligros del vivir sin reglas, hace que lo propios sujetos se sometan a ellas, por propia voluntad, porque tienen un carácter utilitario, “...nos sometemos a las reglas por que con ellas nos encontramos bien, porque las pruebas a las cuales esas reglas han sido sometidas, las han consagrado, por que las experiencias pasadas nos garantizan su valor de principio [...] Entonces nos sometemos simplemente porque esperamos obtener de esta sumisión resultados ventajosos”[11]. Esta sumisión a la norma social, fue analizada por Foccault, quien definió al sujeto educado quedaba investido de una nueva clase de poder, el de gobernarse a si mismo, con las capacidades psicológicas reguladas en términos de instituciones. Foccault, consideró que existían dos modelos de gobernación, el tradicional, donde el sujeto identificaba a otro sujeto como ocupante del lugar del poder, de donde emanaba la normatividad y regulación, mientras que el modelo de gobernación moderna pone énfasis, en la capacidad del sujeto de autoregularse y con ello de ejercer el poder de gobernar al si mismo. De allí, que Lynn, señale “Las relaciones de poder en la gobernación, incluyen no solo comportamiento, sino también mentalidad y alma”.
Para Focault, la autodisciplina o sometimiento voluntario a la normativa social, tiene como fin el insertar al sujeto a un estado de bienestar. Se trata de un sujeto educado que se sitúa como miembro de la matriz social, donde se disuelven las barreras de morales ente el sujeto y las instituciones sociales (familia, escuela, universidad, etc) dando como resultado un cambio en las relaciones, que pasan de la autonomía a la identificación mutua, identificación con las normas, reglas, roles, funciones que la sociedad le asignan como sujeto de la cultura[12].
Por su parte Durkheim, la sumisión a la norma social no es absolutamente voluntaria, sino que esta determinada por el temor al castigo o represión. Así, Ley, prohibición y castigo, son correlativas al momento de comprender su incidencia en la vida psíquica y social de un individuo. Al respecto, Durkheim señala que la conducta está determinada por evitar el resultado desagradable de la infracción, “si violamos las reglas y las normas, nos arriesgamos a ser dejados de lado, no nos tratarán de la misma forma, nos estimarán menos, o seremos despreciados. Y si la violación es muy fuerte, la sociedad misma nos golpeará”[13]. Sin embargo, para que una conducta sea moral, no debe estar movida por el interés de evitar la sanción, sino por la ley lo ordena, por respeto a la ley, y al otro que convive con el sujeto dentro de una sociedad. Para lo cual, la misma ley debe ser respetable.
Dentro de la psicología, el psicoanálisis retoma la problemática de la Ley, como un fenómeno propio de la dimensión simbólica de la realidad psíquica del sujeto, donde como función opera para regular las pulsiones del sujeto e ingresarlo a la cultura como un aliado, en lugar de un enemigo. Para el psicoanálisis, la función de la ley, el corte y la regulación son ejecutadas por la Metáfora Paterna, lugar que puede ser ocupado por diversas figuras e instituciones, tales como el padre, los maestros, la escuela, la religión, la sociedad, etc. La metáfora Paterna, es la acción de la ley, de la prohibición del incesto, de la castración, por la cual el sujeto es introducido al mundo de lo simbólico, de la norma, del orden, de la falta y el deseo[14].
Al respecto, Lacan plantea que la Metáfora Paterna o Nombre del Padre,[15] no es ni un sujeto real ni una imagen: es una norma, una prescripción impuesta culturalmente, denominada Ley del Padre y vinculada con la prohibición del incesto. Del padre simbólico, Erik Porge dirá, “el Nombre del Padre no es entonces ninguna persona, es incorpóreo, aunque puede encarnarse en alguna persona real o imaginaria: el padre biológico, la madre biológica, un hermano, un tutor, etc”. En este sentido el Nombre del Padre es una metáfora, que en tanto lugar, puede ser encarnado por diversas figuras, desde el progenitor, los maestros, Dios, un líder, la ley social, etc. Es una alteridad radical cuya función es la de la ley, la de poner límite al goce del sujeto, e introducirlo a la cultura, a través de la castración a la lógica del deseo. Para el psicoanálisis, La norma social es instaurada con la operación del Nombre del Padre, función simbólica que viabiliza las significaciones de un sujeto. Se trata de una instancia que organiza al sujeto, otorgándole un lugar y una función en las estructuras y con ello una identidad. Al respecto un fragmento del Talmud refiere: “El hombre tiene tres nombres. El uno: el que le da su padre, el otro: el que le dan sus semejantes, el tercero: el que se hace así mismo". [16]
En este sentido tanto para la sociología como para la psicología, y en especial para el psicoanálisis, la dicotomía sujeto y sociedad, pasa por la discusión de la función de las normas y leyes sociales, respetables o no, que regulan el comportamiento individual del sujeto, que al ser “educado” es capaz de introyectar las normas sociales, y con ello autoregularse, auto dominarse y autoregularse al identificarse con el entorno y a su lugar dentro de la sociedad y cultura. Hoy, la identificación social, ha dejado de ser parte de un discurso, para ser asumida como parte constitutiva del sujeto[17], donde la identidad subjetiva no puede pensarse sin tomar en cuenta su relación con lo social.
REGULACIÓN Y MALESTAR
La vida en sociedad es paradójica, en tanto permite el desarrollo de la ciencia, el avance de la tecnología, el detenimiento de la muerte (medicina), el aumento de comodidades y la facilidad en la comunicación, pero a la vez trae como resultado nuevos problemas, desde lo ético, social, hasta lo ambiental. Esta situación, fue caracterizada por Freud (1999), como malestar en la cultura, que “surge desde el momento en que el hombre, para poder fundar la cultura, y vivir en sociedad, debió resignar, por medio de una prohibición, todos sus impulsos y pasiones más primitivas: canibalismo, incesto y asesinato”[18].
La cultura humana, se funda en el momento en que se instaura una ley que sirve para regular las relaciones entre los hombres. Aceptar esa ley implica renunciar a la satisfacción de esas pasiones y deseos. Todo esto se ve claramente en el aprendizaje por el que pasa un niño para llegar a ser un sujeto civilizado: debe renunciar a sus impulsos y respetar las reglas que lo norman y le permiten desenvolverse en sociedad. El malestar es el precio que se paga por el sometimiento a las exigencias de la civilización, la cual impone su cuota de sacrificio sobretodo a la sexualidad y a la agresividad de los seres humanos; de ahí que la presencia de los otros se haga hostil y difícil de soportar.
Lo que Freud no imaginó fue que ese malestar producido por la culturización, se llegara a multiplicar por el hecho de que la civilización incluyera en ella el progreso de la ciencia y sus efectos. Desde su aparición, la ciencia desencadenó un desarrollo acelerado de tecnología, con lo que se llegó a pensar que iba en la vía de mejorar considerablemente la vida de los seres humanos, pero sus efectos muestran en muchos aspectos un empeoramiento de dicho malestar: el consumo de drogas lícitas e ilícitas no cede; las expresiones de violencia son cada vez más acentuadas; el racismo, el regionalismo, los conflictos étnicos y religiosos estallan por todos los rincones del planeta; el terrorismo y las guerras que se están viendo aparecer en diferentes puntos del planeta son pan de cada día ya. El hombre, forjador de la cultura, se convierte así en su principal enemigo: él ha construido una civilización que puede destruir en cualquier momento[19].
En la constitución del ser humano como sujeto civilizado, también produce un resto, algo que se pierde irremediablemente en ese paso a la civilidad. Dicha pérdida está representada por la renuncia a la satisfacción de los impulsos sexuales y agresivos. Esta pérdida de satisfacción tendrá enormes consecuencias en la conformación del sujeto, en la estructuración del deseo y en la manera como se la va a pasar en la vida buscando pequeñas compensaciones, en un intento por reparar esa pérdida de satisfacción provocada por su ingreso a la cultura.
El progreso científico no deja de tener efectos concretos en la posición del sujeto en el mundo. Se habla del sujeto que la ciencia en su método sistemáticamente desconoce, debido a su interés por las cosas objetivas —la ciencia positiva pone poco o ningún interés en la posición subjetiva de los seres humanos en el mundo—; se habla del sujeto que padece las consecuencias de ese saber aún cuando es él, el que hace ciencia. Se trata del sujeto que renuncia en el momento de su ingreso a la cultura, a sus pasiones más primitivas y que día a día se las tiene que ver con el malestar producido por dicha renuncia.
Al respecto, el autor Hernando Bernal[20], considera que a la ciencia positiva, no le interesa la singularidad de los sujetos, debido a su búsqueda de objetividad y de generalidad. “La manera de sufrir hace parte de esa singularidad de cada cuál. Los efectos de la ciencia positivista, van más bien en la vía de la universalización, en la vía de hacer a todos los sujetos iguales, reduciendo las singularidades a peculiaridades”. En su análisis de los tiempos actuales y la posición del sujeto en ellos, continúan “... la universalización se ve cada día en el hecho de que todos los seres humanos adquieran los mismos productos de consumo, ven la misma televisión, estudian las mismas cosas, hacen uso de la misma tecnología, etc. esto tiene como efecto el borramiento de las singularidades y eso mismo hace que dichas singularidades protesten, se reivindiquen, busquen la manera de existir, de hacerse un lugar propio dentro del mundo de lo universal. Esto es lo que se ve aparecer en los fenómenos sociales que acompañan la vida moderna, como por ejemplo, los regionalismos, nacionalismos, sectarismos, fanatismos, con toda la carga de agresión, guerra y terrorismo que ellos conllevan” [21].
En este contexto, algunas concepciones de la ética proponen establecer un código moral que gobierne la conducta del hombre. En este sentido, la ética, ciencia de lo moral, arte de dirigir la conducta, es una palabra que proviene del griego ethos y se traduce habitualmente como carácter. La ética hace parte de la producción cultural de una sociedad y busca la regulación de los vínculos recíprocos entre los seres humanos, lo que la convierte en una más de las exigencias de la cultura. Al respecto, Freud concibió a la ética como una manera de alcanzar lo que todo el resto del trabajo cultural no habría conseguido: el control de la inclinación de los seres humanos a agredirse unos a otros, y en función de ello la posibilidad de trabajar juntos para el progreso de la cultura y civilización[22].
En los tiempos que transcurren, tanto la regulación de los vínculos, la operación de la Metáfora paterna, la instauración de un Nombre del Padre pacificador y habilitador, junto a la construcción de la subjetividad, están en crisis, por lo que el malestar sobrante o sobremalestar produce, a modo de síntomas de la época, reacciones de aislamiento o violencia frente al otro, a la naturaleza, hacia la sociedad, o hacia el individuo mismo. Se trata de expresiones de un borramiento de la palabra y la emergencia del acto, que se hace presente bajo las formas más crudas.
Hoy se habla menos que antes, o si se habla, la palabra parece haber perdido valor, no se cree, no se sostiene, ante ello, solo el acto hace límite, solo la violencia inscribe al sujeto y sus demandas. Un aspecto para reflexionar….
Por Fabiana Chirino O. (Docente Investigadora. Carrera de Psicología)
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[1] “Es notable que, teniendo tan escasas posibilidades de existir aislados, los seres humanos sientan como gravosa opresión los sacrificios a que los insta la cultura a fin de permitir una convivencia. Por eso la cultura debe ser protegida contra los individuos, y sus normas, instituciones y mandamientos cumplen esa tarea; no sólo persiguen el fin de establecer cierta distribución de los bienes, sino él conservarlos; y en verdad deben preservar de las mociones hostiles de los hombres todo cuanto sirve al dominio sobre la naturaleza y la producción de bienes.” (Freud, 1930)
[2] (Freud, 1930)
[3] La sublimación es un mecanismo por el cual el sujeto satisface sus pulsiones agresivas y sexuales en otra meta que no es la sexual ni la destrucción del otro, sino en actividades aceptadas por la cultura tales como el deporte, la cultura, la ciencia, el trabajo, etc. (Ver Freud. Vol XIV. Contribución a la historia del Movimiento Psicoanalítico. Paidós)
[4] El pensamiento de Herbert Marcuse definió como “represión sobrante” o “sobre-represión” a los modos, a través de los cuales la cultura coartaba las posibilidades de libertad, no sólo como condición del ingreso de un sujeto a la cultura, sino como cuota extra, innecesaria, y efecto de modos injustos de dominación. Por su parte, Silvia Bleichmar (1997) alude al concepto de “malestar sobrante” para hacer referencia al sentir generalizado que existe en los medios urbanos, donde actualmente el sujeto se enfrenta con dificultades para satisfacer sus necesidades básicas, acceder a bienes de consumo, con la imposibilidad de garantizar la seguridad futura, con el incremento del anonimato y muchas otras incertidumbres, que lo angustian y despersonalizan. Por lo tanto, al malestar común que produce el vivir en sociedad, se agregan estos "sobreagregados" que inquietan cada vez mas a la vida en comunidad. En este sentido, aunque la sociedad es necesaria para la sobrevivencia de los sujetos, las contradicciones entre las exigencias y dádivas de la misma, entre el sacrificio y el beneficio, llevan al sujeto a sentirla como coartativa y angustiante. (www.acheronta.com)
[5] “Que es hacer en el mundo de hoy, hacer algo bien hecho? Es hacer algo que funcione, o para ponerlo de manera más correcta, es hacer algo que venda. “Pero es que...”. No hay pero que valga. Vende, vale. No vende, mejor dedícate a otra cosa. ¡Fracasado!. ” (Mesa; 2000: 28)
[6] “Es que el hombre tiene derecho a pensar, tiene derecho a desarrollar sus posibilidades espirituales, derecho a reflexionar”. “El único derecho que tiene el hombre, mi amigo, es a comprar, lo demás es prescindible”. Compras luego eres. Piensas, luego corres el riesgo de dejar de ser” (Mesa; 2000: 28)
[7] Durkheim, Émile. “Educación y Pedagogía”. 1998. “educación Como fenómeno social”. Educación y Pedagogía. Ensayos y controversias. Suenos Aires, Argentina: Losada (Pág 22)
[8] Lynn en Popkewitz, Th. S. Y Brennan, M. “El Desafío de Focault. Discurso, conocimiento y Poder en
[9] Durkheim, Émile. “Educación y Pedagogía”. 1998. “educación Como fenómeno social”. Educación y Pedagogía. Ensayos y controversias. Suenos Aires, Argentina: Losada (Pág 27)
[10] Durkheim, Émile. “Educación y Pedagogía”. 1998. “educación Como fenómeno social”. Educación y Pedagogía. Ensayos y controversias. Suenos Aires, Argentina: Losada (Pág 32)
[11] Durkheim, Émile. “Educación y Pedagogía”. 1998. “educación Como fenómeno social”. Educación y Pedagogía. Ensayos y controversias. Suenos Aires, Argentina: Losada (Pág 33)
[12] Lynn en Popkewitz, Th. S. Y Brennan, M. “El Desafío de Focault. Discurso, conocimiento y Poder en
[13] Durkheim, Émile. “Educación y Pedagogía”. 1998. “educación Como fenómeno social”. Educación y Pedagogía. Ensayos y controversias. Suenos Aires, Argentina: Losada (Pág 34)
[14] "La castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado, para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de
[15] J. Marcelo Esses. “Un encuentro con las fallas del padre Simbólico”. 1999. www.acheronta.com
[16] J. Marcelo Esses. Adolescencia: "Un Encuentro Con Las Fallas Del Padre Simbólico "Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis; Rosario; 1999
[17] Lynn en Popkewitz, Th. S. Y Brennan, M. “El Desafío de Focault. Discurso, conocimiento y Poder en
[18] Susana Toporosi. “Tolerar el Vacío”. Stoporosi@Fibertel.Com.Ar. www.topía.com.ar
[18] J. Marcelo Esses. Adolescencia: "Un Encuentro Con Las Fallas Del Padre Simbólico "Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis; Rosario; 1999
[18] Lynn en Popkewitz, Th. S. Y Brennan, M. “El Desafío de Focault. Discurso, conocimiento y Poder en
[18] Susana
[19] Susana Toporosi. “Tolerar el Vacío”. Stoporosi@Fibertel.Com.Ar. www.topía.com.ar
[20] Hernando Bernal. “Algunas reflexiones sobre cultura, ciencia, ética y psicoanálisis”. . revista de psicoanálisis y cultura. Número 5 - julio 1997. www.acheronta.org
[21] íbidem
[22] íbidem
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